domingo, 18 de octubre de 2009

FIESTA DE PEREGRINOS

FIESTA DE PEREGRINOS


JOSE LUIS CARLIN RUIZ

Mi novia me invitó a que la acompañe a la procesión del Sr. Cautivo de Ayabaca, un poco indeciso acepte, casi a las ocho de la noche, encontramos a la imagen en una de aquellas aun polvorientas calles de Morropón, venia entre luces y el sonido de tambores y cánticos mas bien alegres, un señor flaco y alto con la mirada fija en el horizonte portando en una mano un manojo de avellanas y en la otra un tizón que arde al cortar el viento, un perro camina junto a el, mientras un grupo de niños llevan en sus manos pedazos de caña o carrizo con una aguja o alfiler en un extremo, con el que corren a hincar los globos morados y amarillos que los fieles colocan en sus ventanas, puertas, postes y aleros de aquellas casitas que aun conservan su techo de tejas, y que se sostiene en gruesos postes de madera.
No dejan ni un solo globo inflado a no ser que la señora de la casa los corra con un grito ¡churre malcriado no rompas los globos!, mientras que otras sonríen con las travesuras de los niños que mas bien al reventarlos alegran el paso de la imagen dándole el toque festivo.
En el camino algunos vecinos han colocado sus arcos hechos de carrizo, forrados minuciosamente de papel sedita de colores, y en la parte mas alta han colocado una cajita que debe tener papel picado a alguna blanca paloma, y que se supone que al pasar la imagen tiraran de la pajarrafia y caerán mecidos por el viento lo papelitos de colores, sin embargo se rompió la tira y todos exclaman ¡ohhhhhhhh!. No importa, no cayó nada, pero si la imagen pasó gloriosa bajo el arco derramando bendiciones.
Se escuchan vivas y rezos, cantos y aplausos, avanza la imagen en brazos de peregrinos o fieles que pidieron cargar la imagen; el Cautivito de Morropón es pequeño algo más de un metro, su rostro finamente labrado sus ojos penetrantes y tristes, moreno, lleva en su cabeza una peluca enrulada y bien cuidada, sobre ella una corona, gotas de sangre se notan entre las luces y la oscuridad que caen de su frente, sus manos atadas apenas se ven entre el habito morado y adornado con lentejuelas ,cordones y cintas doradas. Yo lo miro fijamente pero me distrae el ruido que hacen los peregrinos con su tambores y sus gritos de alegría, de pronto la imagen se mueve como si estuviera bailando con anda y todo, son los cargadores que a la orden de un fiel que camina de espaldas y de frente a la imagen les indica como moverse: “a la derecha, a la izquierda” los peregrinos dispuestos en dos filas comienzan a cantar canciones que suenan a cumbia serrana, a huainito y carnaval.
Los miro detenidamente y me doy cuenta que entran en éxtasis, bailando, gritando alzando las manos, y tan concentrados en su celebración que parece que nadie los mira, que solo ellos caminan tras la imagen, trato de comprender esa alegría, miro sus rostros miro a la imagen y se me hace un nudo en la garganta, converso de algunas cosas con mi novia, miro a quien van delante, pero me vuelve a atraer la actuación de los peregrinos siento que todos los están mirando y que por un momento se olvidan de que caminan en procesión y que la Imagen del Cautivo va entre nosotros.
Pienso luego en los días y noches que caminaron desde Morropón hasta Ayabaca y que eso supone seis días, y veo entre ellos a niños con su bandas moradas que cruzan su pecho o cintas en su cabeza en la que se puede leer “peregrino de Morropón”, y los veo ahí contentos, cantando, gritando, bailando, alabando como si nada, como si el cansancio se borro al regresara a Morropón.
Recuerdo entonces las procesiones del Sr Cautivo hace muchos atrás, ceremoniosas y reflexivas, cantos tristes, oraciones y meditación, no habían peregrinos, y la procesión era acompañada por la banda de músicos que tocaba con fervor cantos religiosos, y la gente en su mayoría caminaba en silencio rezando o meditando, claro no faltaban los chiquillos que aprovechaban la situación, pues en la procesión seguro que iría la chica que les gustaba…
No se en que año empezaron a caminar a Ayabaca y a su regreso acompañarían a la procesión y al llegar a la calle Lima cerca al templo se arrodillarían y caminarían expresando gran dolor y la gente nos agolpábamos para verlos caminar de rodillas desde la esquina de la Rosita Rodríguez hasta el templo, no recuerdo que llevaban tambores ni alguna replica del Cautivito.

No recuerdo tampoco que año fue que cambiaron su costumbre y hicieron una replica de la imagen y compraron tambores y empezaron bailar delante de la imagen, haciendo bailar exageradamente a su replica, ante el asombro de muchos y la procesión se volvió una fiesta, cantos alegres, bailes exagerados, vivas y aplausos, que particularmente me distraen y me sacan de mis pensamientos y aun cuando trato de concéntrame en la imagen y pedirle algún favor no puedo hacerlo.
Le comento esto a mi novia y empezamos a conversar sobre el tema y concluimos en que los peregrinos adoptaron una cultura ajena, que trajeron de Ayabaca no solo la alegría de haber visto a la Imagen original y su fe aun mas grande sino que trajeron consigo sus cantos, sus bailes propios de la serranía de Ayabaca y me doy cuenta entonces que tengo que entenderlos y tratar de vivir con ellos esa fe y entusiasmo con la que acompañan a la imagen.
Recuerdo que un tiempo fueron cuestionados por esta actitud y ellos respondieron que así celebraban en Ayabaca, que el Cautivo era serrano y que allá se bebía cañazo, se bailaba y se cantaba y que la imagen no podía ser ajena a esta alegría y por lo tanto era necesario moverla de la tal manera que parece que bailara junto a ellos.
Una cuestión cultural, de lugar, de fe, de creencias, de costumbres, maneras de pensar y de ver el mundo.
Sea como sea esa noche vi en ellos un fe inmensa, vi en sus miradas la esperanza de seguir y de tener a alguien a quien mirar, confiar, contarle sus dolor y encontrar la paz y alivio para sus vidas. Me pregunto si podría caminar seis días como ellos y me pregunto si tal vez si lo hiciera me contagie de ese sentimiento y camine tras la imagen cantando y bailando.
Mientras tanto decido visitar a la imagen en silencio y a solas allá en ese rinconcito sagrado que tiene el Cautivo en el templo de Morropón, Creyendo tal vez que ahí si pueda mirar tranquilamente a sus ojos y pueda mirar sus manos atadas por la injusticia, la violencia y la crueldad en el mundo, atadas por el llanto de niños perdidos y olvidados, de mujeres abandonadas y de hombres que sufren y que por se hombres nunca los han de ver llorar pero que sienten en su alma el dolor que sintió Él en la cruz…

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