lunes, 19 de octubre de 2009

EL NOMBRE DE MORROPON

El nombre de Morropón

Por Carlos Arrizabalaga Lizarraga. *


El padre Justino Ramírez refiere que Morropón tuvo su iglesia antes en el cerro Maray, luego pasó a las pampas de Moscala, y finalmente se vino a Morropón, reconstruyéndose luego de las lluvias de 1925. El sitio original, en la sierra morropana, fue abandonado al parecer por la abundancia de mosquitos. Lo cierto es que maray es palabra quechua que significa ‘batán‘ o ‘piedra de moler‘ (la que está debajo, aclara González Holguín).
Pedro Alvarado señala que en tiempos prehispánicos existió en la zona un cacicazgo de regular importancia, pues a la llegada de los españoles se menciona el valle o cacique de Moscalá o Moscalaque como encomienda que el platero Diego de Fonseca había comprado a Juan de Escobedo (y después pertenecería a Suero de Cangas) por la cantidad de mil pesos. Y constituyó una de las primeras doctrinas o repartimientos de indios, en la que a fines del XVI era cura doctrinero el criollo Alonso Ruiz Calderón, justamente quien recibió del obispo López de Solís el encargo de traducir el catecismo a la lengua tallán (tarea que al parecer no pudo cumplir), tal como se registra en una relación de 1597, que lo menciona como "lengua", esto es, conocedor de la lengua indígena. Sin embargo, en el Archivo Provincial de Piura se conserva un legajo sobre un extenso y complicado pleito por la posesión de las tierras del valle iniciado por Cristóbal Lupo, que dice ser "indio natural del pueblo de Moscalaque", contra Martín Fernandez de Ugarte a la sazón corregidor de Piura. Se dice que "las dichas tierras" eran baldías y que sufren "tanta disminución que en el dicho pueblo de Moscalaque no hay indio ninguno que siembre en él por haberse muerto todos".
Tal vez por ese motivo poblaron el cerro Maray abandonando Moscalaque. Este otro topónimo podría provenir de musca: ‘almirez o mortero‘. Dice Esteban Puig que es una "piedra de moler" muy buscada por los chamanes. En la zona existió además una importante producción minera prehispánica. Pero los demás elementos del topónimo (que por las variantes fácilmente se descomponen en dos: [-la, -que] no parecen formas del quechua y no cabría darles una interpretación adecuada, aunque los encontramos en Narihualá, Simbilá, Tacalá, y en Parachique, Ñañañique...
Martha Hildebrandt interpretaba en 1950 que los primeros significan río o laguna, ya que -la significa ‘agua‘ en mochica (en tallán yup). El final consonántico /-k/ no es raro en esa lengua, y suele acomodarse al castellano con vocal paragógica: jjik-tšépek(e) > Jequetepeque (‘quebrada del batán‘).
Don Justino Ramírez pensaba que Moscalá habría cambiado de nombre por los "dos pequeños oteros o morros de tierra que ostentan en el centro sendas cruces", y para ello se apoya en el testimonio de los mayores de la villa. La tradición popular ha querido derivar el nombre de Morropón de "morro" por estar rodeada de cerros en los que retumba "¡pon!" el trueno. Pedro Alvarado compuso la fábula de un ave convertida en tótem como "morro", un bello pájaro sagrado muy melodioso, al que le imploraban: "¡Morro! .... pon tus huevos, que nos traen suerte con lluvias y cosechas. ¡Morro-pón!" Otros pensaron que el motivo era que un hacendado había traído peones de Mórrope y de ahí les decían "morropanos".En realidad Morropón era inicialmente el nombre del cerro que domina el valle, junto a otras lomas menores. La etimología del término lo demuestra pues en verdad es una expresión claramente mochica, compuesta del genitivo "murr" (‘iguana‘) y el genérico "pon" o "pong" (‘cerro‘). Morropón significa, pues, "cerro de la iguana". Los viejos morropanos tenían razón pues antes de un pueblo o un distrito, un río o una hacienda cercanas, el cerro de Morropón se llamó Morropón, y éste no cambió de nombre sino cuando el 6 de enero de 1855 se puso allí una gran cruz.
Es un étimo factible dada la abundancia de los reptiles. José Ignacio Lecuanda les dedicó gran atención, mientras que en la anterior descripción de Trujillo había concluido que allí "nada tienen de particular o de admirable". Pero hay algo más. Los españoles se asombraron al hallar en tierras tallanas grandes depósitos de lagartijas secas para llevarlas al Cuzco "con todas las demás cosas que ellos tenían que tributar", dice Pedro Pizarro (1555), y al parecer era la forma habitual de conservar los alimentos, según declara Juan Ruiz de Arce (1543). El también conquistador Miguel de Estete (1534) declara haber visto esas lagatijas, entre otras muchas cosas, al entrar los españoles al Cuzco.
Las iguanas y pacazos son de sabor suave y es aún costumbre que con su grasa "se curan las quemaduras y otras enfermedades de la piel", añade Leguía y Martínez. En la tradición morropana, además, se conoce al río La Gallega (el río Piura) como río de la Lagartija.
En conclusión, Morropón es el nombre mochica que recibió el cerro junto al que luego vino a fundarse la población. Esto apoyaría quizás a los investigadores que han querido ver una colonización o dominación militar mochica del alto Piura frente a los que prefieren hablar de simples contactos comerciales con las culturas piuranas (sobre todo durante el periodo Sicán).
Pero todo el alto Piura hablaba lengua tallán y no mochica a la llegada de los españoles. Más aún, en la zona de Olmos se hablaba una lengua diferente al mochica y al tallán, tal vez vinculada a la de Sechura. Pero muchas veces los topónimos no los crean los naturales del lugar (para los que ese cerro podría ser, simplemente, el cerro) sino los otros, los colonos o conqustadores del corredor comercial que fue el alto Piura, los que necesitaran distinguir ese lugar, nombrándolo así al observar los reptiles (que no han conservado nombres mochicas).
Sea como fuere, la toponimia muestra aquí huellas de quechua y mochica en tierras en que se hablaba tallan. Canta el padre Pablo Alvarado: "los mochicas y los tallanes nos legaron tierras eternas". Suyos son también los nombres con que conocemos los cerros, los ríos y las ciudades que nos albergan.

* Profesor del departamento de Humanidades de la Facultad de Ciencias y Humanidades de la Universidad de Piura. Artículo publicado en el diario Correo, martes 25 de marzo de 2008.

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