viernes, 2 de abril de 2010

EL SILENCIO DE LOS INOCENTES

JOSE LUIS CARLIN RUIZ


“Me retiro, me retiro de todo esto, con la conciencia tranquila y sabiendo que cada cosa que dije, la dije con convicción, seguro que aquí, hubieron cosas que se pretenden ocultar….” Esas fueron mis palabras al retirarme definitivamente de un proceso de formación de una importante asociación para la ciudadanía. Había sido designado para formar parte de un concejo directivo y vi que algo no estaban bien y lo hice publico, a partir de ahí una serie de amenazas, una serie de calificativos para mí y mi espacio web, todos contra mi, todos tratando de hacerme callar, cartas amedrentadoras e intimidatorias. Pensé en callarme de una vez, pensé en dejar todo ahí y que el mundo siga su curso, pero soy de esas personas que no callan ante la injusticia, soy de aquellas personas que no puede guardar silencio y me gusta compartir lo bueno y lo malo que sé, con todos, quizá exagero en ser demasiado abierto, demasiado sincero. Esa tarde mientras decía eso, me vino a la mente los rostros de aquellas personas que dijeron: “a mi también me están acusando, a mi también me miran así, a mi me llego una carta pidiendo que me callara, pidiendo que me disculpara públicamente…”. Esa tarde me vino a la mente los rostros de impotencia de aquellas personas que por cuidar un puesto de trabajo, por cuidar su integridad y la de los suyos han hecho silencio, me vino a la mente mi mismo rostro, un rostro también de impotencia, un rostro indignado que para algunos fue de nerviosismo, de desesperación de exagerado atrevimiento, un exceso.
Recordé en ese momento lo que algunos amigos me dijeron: “retírate, no puedes hacer nada por que en esta sociedad la corrupción invade las almas de los hombres y avanza silenciosa, avanza escandalosa, y se hace entre nosotros familiar, tu voz se apagará en el intento de querer llamar a la justicia, en tu intento de querer llamar a la verdad…”
Alguien esa tarde dijo: “vivimos en democracia y en la democracia las minorías no le pueden decir lo que las mayorías tienen que hacer”, si pues, esa tarde mi voz resonaba en los oídos y en las conciencias de mas de seis personas, pero aun así, no era lo suficientemente fuerte para vencer aquella extraña y dudosa convicción de que las cosas estaban bien, se me preguntó por que yo solo era el que había denunciado, hubiera querido saber en ese momento que pensaban los demás, me hubiera gustado saber que era lo que carcomía sus almas, que extraños pensamientos nublaban sus ojos y tapaban sus oídos… y que se reflejaba a en sus irónicas sonrisas.
Se defendían como una jauría de salvajes, recordando y contando historias con el objetivo de engañar a su presa, haciendo gala de su soberbia.
Guarde rápidamente en mi maletín todas aquellas cartas y documentos que probaban cada una de las cosas que dije, pero me di tiempo para leer y dejar en mi mente aquellas palabras con las que se le califica a quienes alzan su voz, a quienes no le tienen miedo a la opresión al amedrentamiento, que no se dejan impresionar por aquellos que ostentan títulos, cargos y experiencia, me convencí que la experiencia es buena que y permite desempeñarte mejor pero también te enseña a saber ocultar y aparentar que esta bien lo que en realidad no esta bien. Grabé en mi mente que a quienes alzamos la voz nos llaman temerarios, difamadores, hostiles, calculadores mentirosos, hostigadores, incapacitados e ignorantes, viles, vejatorios, calumniadores, nos ensañamos, somos perseguidores…
Comprendí que en esta sociedad a veces es mejor hacer silencio, es mejor cerrar los ojos y no escuchar para que todos estén bien contigo, serás buena persona y todos te sonreirán
Recogí esos documentos y los guarde sabiendo que ahí estaba lo que vi, lo que escuché y todo lo que sé, y que si alguna vez los vuelvo a leer recordaré que un día dije y busqué solamente la verdad, que no me ensañé con nadie, que no difamé a nadie que no dije nada contra nadie, solo busqué, repito, una verdad..
Esa tarde cuando irónicamente sonreían, mi rostro permanecía sereno, inquietante, tal vez perturbado, pero mi alma y mi mente estaban tranquilos, trasparentes, y seguro mi alma sonrió, sabiendo que si ellos mostraban una sonrisa, a su alma tal vez mas de un remordimiento la aturdía.
Esto ha de resultar totalmente pequeño, comparado a cuantas cosas leemos en los diarios y vemos en la TV. Pero comprendí, que los males de la sociedad nacen precisamente en estas cosas pequeñas que nos negamos a observar y corregir, porque pensamos: “ya otros lo harán…” ¿Otros? ¿Quienes? Somos nosotros que debemos empezar.
Me retire cuando ellos se cubrían entre las sombras de la noche y yo camine en silencio, llevando conmigo mi silencio y el de muchos, bajo una suave lluvia que al polvo del camino sosegó.

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